La Cenicienta es una historia hermosa para leerle a nuestros hijos. Cenicienta es un cuento infantil clásico, una historia que ha pasado de generación en generación asi que seguramente cuando fuiste pequeña tus padres te también te leyeron Cenicienta y seguro que habrás visto la película Cenicienta de Disney. ¡Hoy le toca a tus niños!
Y es que este maravilloso cuento de la Cenicienta es una historia que a tus hijos les encantará. Cenicienta es una niña que representa la inocencia y la bondad, esta dulce niña es maltratada por su madrastra y hermanastras, pero mágicamente esta situación un día cambia.
El cuento infantil de la Cenicienta nos transmite una visión muy positiva de la vida. La Cenicienta invita a la reflexión de la importancia de ser buenas personas, de los valores , las dificultades y los resultados en la vida por nuestras acciones, ya que a pesar de las dificultades, lo que se cosecha siempre se siembra.
Moraleja de la Cenicienta
Cenicienta es un cuento que nos permite a los padres conversar con nuestros hijos sobre de valores de la vida. Por ello, tomate un tiempo para compartir la historia de Cenicienta con tu pequeño, esto fortalecerá los mensajes que quieres que tu hijo aprenda
– La belleza es interior (no la puedes tapar con vestidos caros ni joyas)
– Lo que se cosecha se siembra.
– La bondad siempre se ve recompensada por la bondad.
Cuento de la Cenicienta
Había una vez un buen hombre que se había casado por segunda vez con la mujer más mala, y envidiosa que jamás se haya conocido. Esta señora, tenía dos hijas que se le parecían en todo, incluso y principalmente en los malos modales. Por su lado, el buen hombre tenía una hija de una gran dulzura y bondad. Según dicen, estos atributos los había heredado de su madre que era la persona más bella del mundo, tanto en apariencia como en carácter.
Una vez que se casaron la madrastra soltó su mal carácter y mal humor. No soportaba más las cualidades de la dulce joven, que hacían aparecer todavía más odiables y feas a sus hijas. La madrastra obligaba a la joven a hacer todas las tareas de la casa: ella era la que debía limpiar los pisos y la vajilla, los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas. Y la hacía dormir en lo más alto de la casa, en un altillo, pequeño y frío, sobre una mísera camita.
Mientras sus hermanas ocupaban habitaciones más grandes, con alfombras y cortinas, donde tenían las camas más cómodas y grandes, así como espejos en que podían mirarse de cuerpo entero.
La buena de la joven soportaba todo el maltrato con paciencia. No se atrevía a quejarse ante su padre, de miedo que la retara ya que su nueva esposa siempre hacia lo que ella quería pues lo dominaba por completo. Cuando terminaba los quehaceres y tareas de la casa, la joven se quedaba en el rincón de la chimenea, sentada sobre las cenizas.
Fue así que, las hermanas le pusieron el apodo de Culocenizón. La menor de las hermanas que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta.
A pesar de sus ropas feas y rotas Cenicienta era mil veces más hermosa que sus hermanas que andaban vestidas con los vestidos más lindos, y más caros.
Un día el hijo del rey organizo un baile al que invitó a todas las personas distinguidas del reino. También fueron invitadas las dos hermanastras, pues eran conocidas en la comarca. Ellas estaban muy orgullosas de haber sido invitadas y estaban muy preocupadas con los vestidos y peinados usarían.
Así que pronto Cenicienta tenía un nuevo trabajo. Era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y arreglaba los adornos de los lindos vestidos. Durante todo ese tiempo, no se hablaba más que de la forma en que las dos hermanas irían vestidas.
— Yo, me pondré el vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra. Así estaré hermosa y elegante, y por supuesto, el príncipe me elegirá a mí. – dijo la mayor.
—Yo iré con mi falda sencilla y me pondré el abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes. Así no pasare desapercibidos, y el príncipe me elegirá a mí. – decía la menor.
Los peluqueros más expertos se encargaron de armar los peinados de dos pisos. Además, para estar más elegantes se compraron lunares y pestañas postizas.
Entonces, llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues la jovencita tenía muy buen gusto. Cenicienta, las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles los peinados, lo que obviamente ambas hermanas aceptaban ya que cenicienta lo hacía muy bien. Mientras Cenicienta las peinaba, ellas se burlaban:
— Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
—Ay, señoritas, no se burlen, eso no es algo para mí.
—Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón feo entrar al baile.
Otra muchacha les habría arreglado mal los cabellos o les hubiera arruinado los vestidos, pero Cenicienta era tan buena que las peinó a la perfección y les arreglo los vestidos como si fuera para ella.
Las dos hermanas estaban tan contentas que pasaron cerca de dos días sin comer. No comieron tanto de felicidad, como de nervios, y para hacer dieta. Fueron más de doce vestidos y 15 cordones que rompieron por la fuerza de apretarlos para poder ponerse la ropa, ya que el talle no era el adecuado para ellas. Fue así que se pasaban los días frente del espejo.
Finalmente, llegó el día del gran baile.
Las dos hermanas se fueron en su carruaje y Cenicienta las miro irse pero cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio llorar en lágrimas desconsolada como nunca, le preguntó:
– ¿Qué te pasa?.
—Me gustaría me gustaría ir
Pero Cenicienta lloraba tanto que no pudo terminar la frase. Su madrina, que en realidad era un hada, le dijo:
—¿Te gustaría ir al baile, verdad?
—¡Ay, sí!- dijo Cenicienta suspirando.
—¡Bueno, como te portaste tan bien y eres tan buena! yo te haré ir.
La llevó a su cuarto y le dijo:
—Ve al jardín y tráeme un zapallo. El más grande que encuentres.
Cenicienta fue corriendo a buscar el mejor zapallo. Encontró uno bien grande y se lo llevó a su madrina, sin poder pensar cómo ese zapallo podría ayudarla a ir al baile.
Su madrina lo vació y dejó solamente la cáscara. Luego, lo tocó con su varita mágica y el zapallo instantáneamente se convirtió en un bellisimo carruaje. En seguida, la madrina miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantará un poco la puerta de la trampilla de la ratonera, y a cada rata que salía le daba un golpecito con la varita.
Entonces cada rata se transformada instantáneamente en un hermoso caballo gris. Fue así que la madrina hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer un cochero, pensó un momento y dijo:
— Cenicienta ve a ver si hay algún ratón en la trampa para hacer un cochero. Porque todo carruaje necesita uno.
Cenicienta le llevó la trampita donde había tres ratones gordos.
El hada eligió a uno por su imponente barba, y una vez que lo toco con la varita quedó convertido en un cochero gordo con un precioso bigote. Entonces, la madrina le dijo:
—Baja al jardín, encontrarás seis lagartos detrás de la regadera; tráemelos.
Tan pronto los trajo, la madrina los convirtió en seis lacayos que se subieron en seguida a la parte de atrás del carruaje, con sus trajes galoneados, sujetándose a él como si en su vida hubieran hecho otra cosa.
El hada madrina le dijo a Cenicienta:
—Bueno, aquí tienes todo lo que necesitas para ir al baile.
—Es cierto, pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos?
Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al instante toda su ropa se convirtió en un hermoso vestido de paño de oro y plata, todos con pedrerías; luego le dio un par de zapatitos de cristal, eran los zapatos más preciosos del mundo.
Una vez vestida y preparada Cenicienta subió al carruaje. Su madrina le recomendó que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que si se quedaba en el baile un minuto más, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, sus lacayos en lagartos, y que su viejo vestido recuperaría su forma original.
Ella le prometió a su hada madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Cenicienta salió contenta de felicidad.
Al llegar a la fiesta le avisaron el hijo del rey, que acababa de llegar una gran princesa que nadie conocía pero que venía en el carruaje más elegante de todos. El príncipe corrió a recibirla; le dio la mano al bajar del carruaje y la llevó al salón donde estaban los invitados.
Entonces se hizo un gran silencio: el baile cesó y los violines dejaron de tocar, estaban todos absortos contemplando la gran belleza de esta mujer desconocida.
Sólo se oían los susurros:
– ¡Ah, qué hermosa es!
– ¡Qué joven tan elegante!
Incluso el mismo rey no dejaba de mirar a Cenicienta y le decía por lo bajo a la reina: “Hace mucho tiempo no veía una persona con tanta belleza y gracia; y tan, pero tan elegante.”
Todas las damas observaban con atención su peinado y su vestido, planeando para al día siguiente tener otros igual a los que había utilizado la joven desconocida, y se preguntaban si podrían conseguir las bellas telas y las manos tan diestras para confeccionar unos vestidos tan hermosos como ese.
El hijo del rey la colocó en el sitio de invitados de honor y en seguida la acompaño al salón para bailar con ella. Y fue así que, Cenicienta bailó con el príncipe con tanta gracia que fue motivo de más admiración.
Más tarde trajeron la comida y los manjares más exquisitos del mundo, pero el príncipe no probó bocado, porque estaba ocupado observándola. Cenicienta se sentó al lado de sus hermanas y les hizo mil atenciones; compartió con ellas los manjares mas exclusivos que el príncipe le había regalado, lo que la sorprendió mucho, pues el príncipe no conocía a las hermanastras.
Estaban hablando cuando Cenicienta oyó dar las doce menos cuarto; entonces se acordó.
Rápidamente hizo una gran reverencia a los asistentes y se fue corriendo a toda prisa.
Apenas había llegado fue a buscar a su hada madrina y le agradeció, le dijo que deseaba mucho ir al baile del día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. Cuando le estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas golpearon a la puerta de la habitación; Cenicienta abrió la puerta.
—¡Cómo tardaron tanto en volver! – les dijo bostezando, mientras se frotaba los ojos y estirándose como recién si acabara de despertar.
Sin embargo, Cenicienta estaba muy contenta y no había tenido ganas de dormir desde que se separaron.
—Si hubieras ido al baile- le dijo una de las hermanas- no te habrías aburrido; asistió la más bella princesa, la más bella que jamás se ha visto en el reino. Nos hizo mil atenciones, nos compartió los manjares exclusivos del principe y la realeza.
Cenicienta estaba radiante de alegría.
Les preguntó el nombre de esta princesa; pero ambas contestaron a coro que nadie la conocía.
Y que el hijo del rey no se conformaba con otra mujer y que daría todo en el mundo por saber quién era.
Cenicienta sonrió y les pregunto:
—¿Era entonces muy hermosa? ¿Podría verla? Ay, señorita Javotte, préstame el vestido amarillo que usas todos los días.
— ¡Ni en sueños! Prestarle mi vestido a tan feo Culocenizón tendría que estar loca. – dijo la señorita Javotte,
Cenicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confundida si su hermanastra le hubiera querido prestar el vestido.
Al día siguiente las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún más bella y elegante que la primera vez. El hijo del rey estuvo todo el tiempo a su lado diciéndole cosas lindas. Cenicienta estaba tan entretenida que se olvidó la recomendación de su hada madrina. Fue así que escucho tocar la primera campanada de medianoche cuando creía que no eran ni las once.
Cenicienta, entonces se acordó y le dijo al príncipe: Dios mío! ¡Que tarde se ha hecho! ¡Debo irme!
Entonces, salió corriendo a toda velocidad. El príncipe sorprendido quiso seguirla, pero como corría tan rápido no pudo alcanzarla. En el apuro mientras bajaba las escaleras se le salió uno de sus hermosos zapatitos de cristal, pero por suerte el príncipe lo recogió. Cenicienta llegó a casa agotada sin aire, sin carroza, sin lacayos, y con sus viejos vestidos. De toda su magnificencia solo quedaba uno de sus zapatitos, igual al que se le había caído por el camino.
Entonces preguntaron a los porteros y guardias del palacio si habían visto salir a una princesa. A la joven más bella de todos los reinos. Y todos contestaron que no habían visto salir a nadie, salvo una muchacha muy mal vestida que tenía más aspecto de aldeana que de princesa.
Cuando sus dos hermanas regresaron del baile, Cenicienta les preguntó si se habían divertido y si había ido la hermosa joven desconocida. Las hermanastras dijeron que si, pero que fue raro, pues al dar las doce la hermosa princesa se fue corriendo tan rápido que se le había caído uno de sus zapatitos de cristal.
Y ese zapatito era el zapatito más bonito del mundo.
Tan bonito que el hijo del rey la había recogido dedicándose a mirarlo durante todo el resto del baile. No había dudas, que el príncipe estaba muy enamorado de la bella jovencita dueña del zapatito.
A los pocos días el príncipe enamorado ideó un plan. Hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la mujer cuyo pie calzara en el zapatito Y envió a todos sus sirvientes a recorrer todo el reino.
Entonces empezaron probándoles el zapato a las princesas, a las condesas, en seguida a las duquesas, y así a toda jovencita de la corte, pero inútilmente. A nadie le entraba el zapatito. Fue así que les tocó el turno y la llevaron a la casa de las dos hermanastras. Las dos hermanas hicieron todo lo posible para que su pie entrará en el zapatito de cristal, pero no había forma. A pesar de su insistencia, no les entraba ni a la fuerza.
Cenicienta que las estaba mirando, reconoció su zapatito, dijo con una sonrisa:
—¿Puedo probar si a mí me calza el zapatito?
La madrastra y las hermanas se rieron a carcajadas y burlaron de ella. El guardia que probaba el zapatito miro atentamente a Cenicienta y encontrándola muy linda a pesar de sus ropas, dijo que era lo justo, ya que él tenía orden de probarle el zapato a todas las jóvenes del reino.
La madrastra y sus hijas decían a los gritos: – Por favor!, ¿Y cómo quiere sea la chica que busca el príncipe?. Si ella es pobre, siempre está sucia y además no fue a ninguna fiesta del palacio!
Entonces el guardia hizo sentarse a Cenicienta y acercando el zapato a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo. Es más que se dio cuenta que el zapatito estaba hecho a su medida. Fue muy grande el asombro de las dos hermanastras, pero más grande fue la sorpresa cuando Cenicienta sacó de su bolsillo el otro zapatito de cristal y se lo puso en el otro pie.
Entonces llegó el hada madrina y con su varita toco los vestidos de Cenicienta, y los volvió más deslumbrantes y elegantes aún que las veces anteriores. Fue así que las dos hermanastras de Cenicienta se dieron cuenta y la reconocieron como la joven que habían visto en el baile.
Se sintieron muy mal y se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían infligido. Cenicienta, que no era resentida, las hizo levantarse y les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo corazón y les rogó que siempre la quisieran. Cenicienta fue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba, con sus ropas sucias y rotas pero él la encontró más bella que nunca.
Pocos días después
el príncipe y Cenicienta se casaron en el palacio. Cenicienta, que era tan buena como hermosa, llevo a sus hermanas a vivir al palacio y en seguida las casó con dos grandes señores de la corte.
Fin
¿Por qué leerle a tu hijo el cuento de Cenicienta?
El cuento de Cenicienta es un clásico infantil que jamás pasa de moda y que ha logrado transcender de generación en generación. No es de extrañarnos podemos encontrar películas, obras de teatro y mucho más. Es que Cenicienta no solo entretiene a los niños, sino que nos enseña un hermoso mensaje que transmite valores muy importantes que queremos transmitirle a nuestros pequeños.
Cenicienta es una historia para amar y compartir. Es relato muy practico y visual, es un cuento que nos permite a los padres poder conversar con sus pequeños acerca de la belleza interior. Después que le leas el cuento de Cenicienta con tus hijos es muy importante que te tomes el tiempo para reflexionar con ellos sobre la historia. Tomarse este tiempo para hablar del cuento y compartirlo con tu niño fortalecerá los mensajes que quieres que tu pequeño aprenda, además de tener un momento muy especial que tu niño siempre recordará
De verdad??? Esto es así como que… dejen de soñar con salir de pobres y ser sirvientas ir el príncipe azul. Empiecen a inculcar gente que piense y salga adelante por sus propios medios.