Tener hijos pone a prueba las relaciones de parejas, ¡de eso no hay ninguna duda! pero nadie es capaz de comprender lo que realmente significa, no sólo a nivel personal, sino también desde el punto de vista afectivo y emocional con nuestra pareja.
La decisión de tener un hijo nos emociona y nos llena de temor al mismo tiempo, pero luego de emprender la hermosa labor de ser padres, viene el importante compromiso de cuidarlos y educarlos, y no todas las parejas son conscientes de ello. De ahí, que la convivencia y el tener hijos se convierta en una de las crisis de parejas más comunes.
Pero, ¿por qué tener hijos pone a prueba las relaciones de parejas?
El cambio de pareja a ser padres: la gran prueba
Tener un hijo siempre nos pondrá a prueba, porque se trata de un proyecto de vida que va a comprobar, de alguna manera, la solidez de nuestra relación.
Las pruebas y dificultades comienzan desde el embarazo, cuando nuestra pareja se da cuenta de que debe hacer un mayor esfuerzo para comprender los cambios físicos y emocionales por los que atravesamos. Y es que las hormonas nos cambia el humor, nos vuelve más irritables ante cualquier cosa, nos hace llorar sin motivo, además de hacernos sentir mucho más cansadas.
El embarazo es, sin duda, una etapa de muchos cambios y adaptación en la que, tanto la mamá como el papá deberán esforzarse más por comprenderse uno al otro, pues el proceso del embarazo va mucho más allá del típico «ten paciencia, son las hormonas»; es justo a partir de aquí donde empieza el papel de ser padres.
Ser padres pone a prueba la relaciones de pareja
Llega el momento crucial del parto y de un momento para otro, ya no somos dos, somos tres. Una nueva personita ha llegado a nuestras vidas para cambiarlo absolutamente todo. Nuestra rutina, nuestra dinámica en el hogar e incluso nuestra forma de ver las cosas, ahora todo lo que hagamos como pareja debe ser pensando únicamente en el bebé. Así cuidar, criar y educar a un niño resulta realmente un desafío en todos los sentidos.
Desde su llegada, nuestro foco de atención deja de estar en nuestra pareja para concentrarse en el bebé que acaba de llegar, pero lo bonito de este cambio es que ahora más que una pareja somos una familia.
Sin embargo, no resulta tan sencillo como decirlo. Con un niño pequeño en casa, la palabra «descansar» ya no existen en nuestro vocabulario, y es que ya ni quisieran podremos acurrucar en el sofá para ver TV como antes, con suerte tendremos unos minutos para descansar mientras el otro atiende el bebé.
Los primeros meses son los más duros y en consecuencia, los que más afectan a la relación de pareja. Tras el parto, el cansancio, los sentimientos contradictorios y la necesidad de estar al 100% pendiente del bebé convierten las primeras semanas de vida de nuestro bebé, en una etapa crucial para la relación.
Cualquier cosa relacionada con el bebé como el cambio de los pañales o el dormir así como los temores y las dudas pueden ser el detonante de muchas discusiones.
¿Por qué ocurren las discusiones?
La inexperiencia cuando es el primer bebé, la falta de descanso y la imposibilidad de sentarse para conversar sobre la repartición de tareas y responsabilidades o aún peor, para divertirse y disfrutar juntos, hacen que cambiemos y cambie la relación con nuestra pareja.
Esta dificultad por encontrar, entre la rutina y tantas obligaciones, momentos para el dialogar y tener intimidad hace que los desacuerdos y discusiones se queden sin resolver y se acumulen provocando con el tiempo resentimientos y reproches.
El cansancio pega por igual
Con la llegada del bebé, vienen las noches largas, las dudas y las discusiones por el reparto de las responsabilidades. Y es que la mayoría de los conflictos que surgen en una pareja, siempre terminan en una competencia por saber quién de los dos ha hecho más cosas y quién está mas cansado de los dos. «Ve a atender al niño que mañana trabajo», «amor no los dejes llorar tanto, corre a verlo» o el «no lo tomes tanto en brazos que se acostumbra» son parte del día a día de ser padres.
Sentir que estamos aportando más a la relación y al cuidado del bebé, nos hace sentir incomprendidos y querer exigir más el uno del otro. Por lo general, somos nosotras a pensar que estamos más implicadas en las tareas relacionadas con el bebé y que es el papá al que le cuesta un poco asumirlas o saber identificarlas, en especial porque no ve la necesidad o porque su forma de llevarlas a cabo no siempre nos convence.
A este punto, llegamos incluso a comparar quién ha hecho más y a competir para ver quien de los dos está más agotado o tiene los motivos reales para estarlo. «Yo me desperté esta noche cuatro veces» «pero yo he estado con el niño todo el día» , es apenas el comienzo de esa batalla sinfín que en lugar de ayudarnos, hace que se pierda el trabajo en equipo como pareja.
Una prueba de pareja que se puede superar
El comienzo es sin duda el más difícil para ambos, pero por fortuna, esta situación no es algo que va dudar toda la vida. Por ello, para poder afrontar esta prueba debes tener en cuenta que aunque los primeros meses con el bebé serán los más complicados, la situación es pasajera.
Después de su tercer mes de vida, notarás que todo comienza a ser más sencillo para ambos: nosotras recuperaremos nuestro físico y estaremos más animadas, ellos se sentirán más involucrados porque los horarios del bebé comienzan a normalizarse… y lo más importante, podremos dormir más tres horas y sentir que somos una pareja de verdad.
También es sumamente importante que ambos reflexionemos sobre la posición del otro, pues muchas veces el cansancio y la falta de tiempo es lo que nos hace reaccionar de una mala manera y poco justa con nuestra pareja. Ponerse en los zapatos del otro cambiará nuestra perspectiva de ver las cosas, nos ayudará a enfrentarlas de la mejor manera y nos recordará que formamos parte del mismo equipo.
Recuerda que aunque los inicios son duros, ¡no hay nada más bonito en la vida que tener hijo!